Resumen y personajes de Pepita Jiménez [Juan Valera]

Pepita Jiménez es la obra más destacada del escritor y diplomático andaluz Juan Valera, publicada en 1874. Considerada una de las novelas más exquisitas del Realismo español, se aparta de la novela de tesis de su tiempo para enfocarse en un profundo y sutil análisis psicológico del enamoramiento.

​Ambientada en una bella y conservadora localidad rural de Andalucía, la historia se centra en el conflicto moral y pasional de Luis de Vargas, un joven de veintidós años que regresa a su casa de vacaciones antes de pronunciar sus votos y convertirse en sacerdote.

Luis, de una fe profunda pero teórica, se enfrenta por primera vez a los encantos del mundo terrenal, que para él se materializan en una sola persona: Pepita Jiménez.

​Pepita es una joven y hermosa viuda de apenas veinte años que ha heredado una gran fortuna. Pese a ser cortejada por numerosos hombres, ella mantiene un aire de sencillez y misterio. El drama se intensifica porque el padre de Luis, Don Pedro de Vargas, es uno de los muchos pretendientes de Pepita.

​La novela está narrada con una estructura epistolar en su primera parte, a través de las cartas que Luis le escribe a su tío, el Deán, detallando su lucha interna entre la vocación religiosa (el deber místico) y la pasión terrenal (el amor profano). Con un estilo elegante, sutil y cargado de fina ironía, Valera defiende la primacía de lo natural y lo vital sobre la artificialidad de lo doctrinario.

​A través de este célebre drama interior, Galdós explora la transición de la juventud a la madurez y cómo la fuerza del sentimiento humano es capaz de doblegar las más firmes convicciones espirituales.

​A continuación, se presenta un resumen detallado de Pepita Jiménez, organizado en las tres partes de su estructura narrativa, así como los personajes principales que viven este conflicto atemporal.

Personajes de la novela:

Principales:

Pepita Jiménez: Es una hermosa viuda de unos 20 años, rica e inteligente, que ya estuvo casada con su tío anciano. Encarna la pasión, la vida terrenal y la inteligencia emocional. Es la que hace que Luis cuestione su fe.

Luis de Vargas: El protagonista, un joven de 22 años con una profunda (aunque teórica) vocación sacerdotal. Su llegada a su pueblo natal lo enfrenta por primera vez a los encantos del mundo y a un intenso conflicto psicológico entre el deber y el deseo.

Secundarios:

Don Pedro de Vargas: Padre de Luis, un rico terrateniente andaluz y hombre de mundo. Inicialmente, es un pretendiente de Pepita y, más tarde, se revela como un padre comprensivo que facilita el desenlace feliz de su hijo.

El Deán: Tío de Luis y su preceptor espiritual. Es el destinatario de las cartas de Luis en la primera parte de la novela. Representa la figura de la Iglesia y la vida espiritual, aunque su presencia es más indirecta.

El Vicario: Sacerdote local, confidente y consejero de Pepita Jiménez. Es una figura de la Iglesia más pragmática y humilde que el Deán, y su intervención es decisiva para que Pepita y Luis confronten sus sentimientos.

Don Gumersindo: Tío anciano y difunto esposo de Pepita. Su recuerdo sirve para contextualizar la juventud y la situación económica de Pepita antes de su viudez.

Currito: Sobrino del Vicario. Aunque secundario, es un joven simpático que sirve como personaje de contraste.

Resumen de Pepita Jiménez:

Cartas de mi sobrino:

​Esta primera parte del relato se desarrolla íntegramente a través de las cartas que Luis de Vargas escribe a su tío, el Deán, su mentor espiritual y académico.

​La historia se sitúa en la pequeña población andaluza de su origen, donde Luis, un joven de veintidós años que ha dedicado su vida al estudio de la teología y se prepara fervorosamente para ser sacerdote, se encuentra de vacaciones antes de tomar sus votos definitivos.

Luis se muestra ante su tío como un hombre de piedad profunda, aunque su religiosidad es más intelectual que práctica, basada en libros y meditaciones. Su principal preocupación es convencer al Deán de que su vocación es firme y verdadera.

​Sin embargo, pronto comienza a describir la vida en casa de su padre, Don Pedro de Vargas, un hombre de mundo, que lo recibe con cariño. Luis introduce indirectamente a Pepita Jiménez, la joven y rica viuda que es el centro de atención social y, para su sorpresa, la principal candidata a esposa de su propio padre.

​A medida que pasan los días, Luis se ve obligado a interactuar con Pepita en el contexto de la vida social del pueblo. En sus cartas, intenta analizarla con una falsa objetividad intelectual, describiendo su belleza, su gracia y su virtud con detalles cada vez más vivos.

A pesar de sus esfuerzos por centrarse en su espiritualidad, confiesa a su tío la turbación creciente que Pepita le produce, atribuyendo esta confusión a la influencia del «mundo» y a la «vanidad» de la criatura.

​Luis se justifica constantemente ante el Deán, asegurando que su afecto por Pepita es puramente platónico o paternal. No obstante, el lector es testigo, a través de sus propias palabras, de cómo su vocación teológica comienza a resquebrajarse bajo la ineludible fuerza de la atracción terrenal. El conflicto apenas comienza, pues la pasión está a punto de vencer a la fe.

Cambio de perspectiva:

​Esta segunda parte de la novela abandona el formato epistolar y adopta la voz de un narrador omnisciente y sutilmente irónico. El cambio de perspectiva es crucial, pues nos permite acceder al mundo interior de Pepita Jiménez y observar las dinámicas que Luis, absorto en su lucha espiritual, no logra ver con claridad.

Se revela que ella, consciente de su atractivo y de la inminente partida de Luis al seminario, ha estado deliberadamente utilizando su encanto y su inteligencia para seducirlo. Lejos de ser la «criatura frágil» que Luis describe en sus cartas, Pepita es una mujer de voluntad firme y gran sensibilidad, que se ha enamorado profundamente del joven seminarista.

​Se relata su desesperación al ver que Luis no da el paso y que su vocación religiosa parece inquebrantable. Pepita, a diferencia de Luis, es práctica y vital: recurre al Vicario para buscar consejo, confesando su amor y su miedo a arruinar el destino de un hombre de Dios, aunque al mismo tiempo lucha por la felicidad terrenal.

​El clímax de esta sección se produce durante la despedida. Luis, sintiendo que su deber es alejarse de la tentación, acude a la casa de Pepita para un último adiós. En ese encuentro, la pasión, reprimida por ambos, estalla.

Pepita, con total franqueza y despojándose de todo orgullo, le confiesa su amor, obligando a Luis a confrontar la verdad de sus propios sentimientos. En un impulso incontrolable, Luis sucumbe a su amor por Pepita, olvidando momentáneamente su vocación.

​Esta parte concluye con la victoria definitiva de la pasión sobre el deber. Luis, reconociendo la primacía de lo natural, toma la firme decisión de renunciar al sacerdocio para unirse a Pepita.

Cartas de mi hermano:

​La última sección de la novela abandona la introspección para ofrecer un cierre narrativo y social. El epílogo se presenta bajo la forma de cartas escritas por Don Pedro de Vargas, el padre de Luis, dirigidas al Deán (el tío de Luis).

​Don Pedro, en sus cartas, narra con un tono optimista y jovial el desenlace feliz y terrenal de la historia. Se revela que, para sorpresa de Luis, su padre recibe con total comprensión y beneplácito la noticia del amor entre su hijo y Pepita, renunciando él mismo a su pretensión sobre la viuda.

Don Pedro confiesa que, en el fondo, siempre deseó la unión de los jóvenes, pues sabía que Pepita era la felicidad de su hijo. ​Luis, liberado del peso de su vocación fallida, y Pepita, satisfecha de haber conquistado a su amado, contraen matrimonio.

El epílogo describe la vida matrimonial de la pareja, subrayando el equilibrio alcanzado entre lo espiritual y lo material. Luis, que no logra ser sacerdote, se convierte en un hacendado virtuoso y un hombre útil para su comunidad, encontrando una nueva forma de santidad en la vida conyugal y familiar.

​La novela concluye con la confirmación de la felicidad de la pareja, que tiene un hijo (Periquito) y lleva una vida holgada y viajera. Valera cierra la obra, no con un castigo por el abandono de la vocación, sino con la exaltación del amor y la vida natural como destino más auténtico.

Preguntas frecuentes de la obra:

¿Cuál es el tema de Pepita Jiménez?

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¿Cómo termina Pepita Jiménez?

La novela termina con un final feliz y terrenal. Luis de Vargas renuncia a su vocación sacerdotal para casarse con Pepita Jiménez. El matrimonio es exitoso y pleno: tienen un hijo (Periquito) y logran un equilibrio entre su vida familiar y social, demostrando que el amor natural triunfa sobre el deber eclesiástico.

¿Cuál es el mensaje de Pepita Jiménez?

El mensaje principal de la novela es la primacía de lo natural y lo vital sobre lo artificial y lo dogmático. Valera defiende que la verdadera felicidad y el destino más auténtico del ser humano residen en el amor terrenal y la vida conyugal, incluso si esto implica renunciar a una vocación espiritual que resulta teórica o inauténtica. Es una defensa de la pasión y la naturaleza humana.

¿Quien es el autor de Pepita Jiménez?

El autor de Pepita Jiménez es Juan Valera (1824-1905), escritor, diplomático y político español, considerado uno de los maestros del Realismo psicológico en la literatura española. Es autor de un total de ocho novelas principales.

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